martes, 19 de diciembre de 2017

La felicidad de las cosas pequeñas

Esta historia que os voy a contar empezó hace ya casi tres años en tierras niponas.  Mi mujer y yo estábamos recién casados y nuestro viaje de luna de miel nos llevó al país del sol naciente.  Allí descubrimos un mundo nuevo, repleto de fascinante cultura, tecnología, sabiduría, naturaleza y respeto por la comunidad.  Aunque todas nuestras vivencias en Japón las podéis encontrar narradas día a día en nuestro blog de viajes "Los viajeros de Dorne" aquí únicamente quería mencionaros mi visita a esa tienda tan famosa (y difícil de encontrar si no has estado nunca) de Akihabara (también hay otra en Kioto) donde podemos encontrar un mercado de segunda mano muy competitivo: "Super Potato".  



Super Potato no es una tienda bonita, ni está en buen punto, de hecho se ubica entre una segunda y tercera planta de un edificio, pero es un lugar donde puedes encontrar esas cosas que tanto andas buscando y nunca podrías encontrar a precios razonables.  Podías comprar una Game & Watch a estrenar, una Virtual Boy, una Neo-Geo AES o una gran cantidad de productos relacionados con tus franquicias favoritas.  A pesar de ser un lugar maravilloso, mi cartera no lo es tanto, por lo que había que seleccionar muy bien que adquirir.  Evidentemente, para mí, una Famicom era un "must", pero también lo fue la protagonista de esta historia, una Nintendo 64 con dos mandos y los cartuchos de Mario Kart 64 y Ocarina of Time primera edición (aquella en la que la sangre de Ganondorf era roja en vez de verde) que cayó en mis manos entre un montón de cosas más que ya os revelaré en otro momento.



Tenía la consola, los mandos, un cable directo a RGB con S-Video, el mejor juego del mundo y la versión de Mario Kart que más horas había echado junto a mi primo cuando todavía no éramos mayores de edad.  Estaba entusiasmado por llegar a casa y conectar mi "nueva" consola, pero en el momento en el que la corriente eléctrica circuló por su interior, la fuente de alimentación no la soportó y se quemó.  Había utilizado un adaptador para poder conectar la consola a la red europea, pero por alguna extraña razón falló y la consola se quedó inutilizable.



A pesar de ello, y sabiendo que lo que pasó podía ocurrir, tampoco me entristecí demasiado, era poseedor de una pieza que, para mí, tenía gran valor sentimental, por lo que suponía, por donde la había traído y por su significado.  Así pues, incluso en su estado, tenía claro que iba a formar parte de mi humilde colección retro, de hecho sabía que los mandos y los cartuchos estaban en perfecto estado. Era posible que únicamente estuviera dañada la fuente y si habéis tenido alguna N64 en vuestras manos sabréis que es una de las piezas más sencillas de cambiar (creo que es la única o de las pocas consolas que tiene esa pieza con un intercambio tan fácil) y aunque no estaba muy seguro de ello pospuse un segundo intento hasta hace dos meses.



Más de dos años y medio en la colección, posando y sin actuar, así se quedó mi consola hasta que tuve la oportunidad de ir a la RetroWeekend de Valencia, un evento que tiene todavía mucho que aprender y recorrer pero que me sirvió para adquirir una fuente a precio razonable sin garantías de funcionamiento.  Antes de ir, estuve estudiando la N64 por dentro, voltajes, anclajes de la pieza, arquitectura y posibilidades, descubriendo que tenía bastantes boletos de que saliera bien la jugada.  Encontré un chico que tenía una pieza americana adaptada a los voltajes y conexiones de corriente europeos y me lancé a por ella, eran 20€ pero la ilusión de ver funcionando mi N64 japonesa era de valor incalculable. Si, una fuente americana, adaptada a corriente europea para hacer funcionar una consola japonesa, pero no tenía nada que perder...



Después de casi tres años tenía una oportunidad de hacerla funcionar.  No os podéis hacer la idea de cuanto lloré de alegría al ver dos de mis juegos favoritos funcionando en versión original.  Saber que puedo invitar a mis amigos a unas carreras en VO, a 60fps, con el título que hizo consagrarse esa gran franquicia es una gran satisfacción. Pero es que todo eran sorpresas, como descubrir que todavía estaban las partidas guardadas del antiguo propietario del gran Ocarina of Time.



Quizá muchos piensen que es una chorrada de historia, que una N64 no es para tanto, y puedo entenderlos, pero no se trata de lo que ellos piensen, sino del significado que tiene para mí y lo que, desde mi entender, supone para la historia de los videojuegos, tanto, como para considerarla una pieza indispensable en mi colección. 

Para terminar, os dejo un vídeo donde adolescentes juegan con Mario Kart 64.  Es bastante curioso, incluso a alguno le parece un juego muy cutre, pero seguro que algún día entenderán que para llegar a lo de hoy, se han necesitado muchos pasos y esta versión en su día dio muchísimos.  Si tenéis oportunidad volved a jugarlo, posiblemente lo recordaréis con mejor salud y sentiréis que los derrapes nada tienen que ver con los de ahora, pero su diversión continúa intacta.   


P.D.  No quería irme sin desearos Feliz Navidad y prospero año nuevo.  Espero que 2018 esté lleno de felicidad y de muchas horas gamers.  Nos vemos después de vacaciones.

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