Otro año más se ha celebrado la gala de "The Game Awards", donde se concede el GOTY (Game of the year). Para muchos esta gala es considerada como los Óscars de los videojuegos, y aunque fuera del mundo del ocio electrónico pocos la conocen, su prestigio consigue que los grandes desarrolladores saquen pecho de sus victorias en el evento.
Es una lástima que una industria que mueve más dinero que el mundo cinematográfico no sea reconocida popularmente del mismo modo, pero poco a poco las cosas van cambiando y llegará algún día (todavía bastante lejano) en el que su reconocimiento será a la par o incluso superior.
No voy a comentar todos los resultados, pero si quería destacar el resurgir de Nintendo y el reconocimiento de ideas pequeñas y brillantes como Cuphead.
Es muy buena noticia que juegos como Cuphead hayan tenido un gran reconocimiento en la gala, sus premios y su gran aceptación por parte del público demuestran que grandes ideas, bien desarrolladas y con unos recursos bastante modestos son más que suficientes para alcanzar grandes cotas de popularidad. Que "la academia" reconozca este trabajo es una muestra de que un trabajo bien realizado, divertido e innovador pueden vencer a presupuestos desproporcionados que en muchas ocasiones matan moscas a base de cañonazo, talonario y chicles infinitos anuales.
Por otra parte, "La gran N" se ha llevado muchos de los grandes premios a los que aspiraba incluyendo los más importantes. Es impresionante como sus nuevos juegos de las franquicias de siempre han alcanzado un éxito tan abrumador. Mario, Metroid y Zelda se han llevado premios y eso es algo que hay que tener muy en cuenta, pues estamos hablando de franquicias que llevan más de 30 años en el mercado y que continúan sin mostrar ni un ápice de cansancio. Muchos podrían considerarlos como otro chicle infinito, pero la verdad es que la casa nipona tiene tantas franquicias de tanta calidad que puede distribuirlas a lo largo del tiempo, haciendo que cada iteración de sus productos aparezca en el mercado con años de diferencia, del mismo modo que las películas de James Bond en el celuloide.
Y es que muchos daban a los japoneses por muertos después de una WiiU poco acertada, pero no señores, estaba de parranda, y aunque Switch no ha sido la revolución más importante e innovadora de Nintendo, seguramente haya sido la mejor orquestada. La veteranía es un grado muy a tener en cuenta y esta vez la han sabido aprovechar a la perfección. El retorno de Metroid en portátil y un Mario que recuerda a las mejores versiones del héroe bigotudo en 3D han conseguido llamar la atención, pero con Zelda Breath of the Wild han alcanzado cotas de excelencia. Seamos francos, no es un juego perfecto, (de hecho no se ha llevado el premio a la mejor BSO), pero sí una obra maestra de esas que únicamente salen a la luz una vez cada década. Además para celebrarlo han tenido la osadía de publicar así, de repente, su tan ansiada expasión, sorpresa que nos gustaría que ocurriera con otros juegos más de vez en cuando.
Nintendo ha conseguido alzarse con el GOTY, y esta vez poniendo medio patas arriba todo el significado de la franquicia, después de un tortuoso desarrollo, de esos que normalmente terminan al estilo Duke Nukem Forever y de muchos años de trabajo, se han sacado de la chistera un mundo como nunca habíamos visto, rico, entretenido y por primera vez bebiendo del resto de grandes (normalmente ha sido al revés). Al principio puede ser un Dark Souls por las veces que mueres, luego podrías intentar compararlo con Skyrim por la extensión del mapa y finalmente terminas con un auténtico Zelda de esos que llevas años esperando. No se trata de un juego más de la franquicia, es cómo funciona, como evoluciona, como entretiene y sobretodo su significado y lugar en la corta historia del ocio electrónico. Estamos hablando que después de tanta PS4Pro y tanta Xbox One X, el juego del año es de WiiU (también de switch, pero no os olvidéis de la maltrecha WiiU), por lo que todavía tiene más importancia, ya que demuestra que las grandes producciones en realidad no deben depender tanto de la potencia del hardware, sino del ingenio y del trabajo bien hecho, pues últimamente echo más en falta títulos que desprendan buenas ideas bien implementadas antes que fuerza bruta.
Nintendo ha conseguido alzarse con el GOTY, y esta vez poniendo medio patas arriba todo el significado de la franquicia, después de un tortuoso desarrollo, de esos que normalmente terminan al estilo Duke Nukem Forever y de muchos años de trabajo, se han sacado de la chistera un mundo como nunca habíamos visto, rico, entretenido y por primera vez bebiendo del resto de grandes (normalmente ha sido al revés). Al principio puede ser un Dark Souls por las veces que mueres, luego podrías intentar compararlo con Skyrim por la extensión del mapa y finalmente terminas con un auténtico Zelda de esos que llevas años esperando. No se trata de un juego más de la franquicia, es cómo funciona, como evoluciona, como entretiene y sobretodo su significado y lugar en la corta historia del ocio electrónico. Estamos hablando que después de tanta PS4Pro y tanta Xbox One X, el juego del año es de WiiU (también de switch, pero no os olvidéis de la maltrecha WiiU), por lo que todavía tiene más importancia, ya que demuestra que las grandes producciones en realidad no deben depender tanto de la potencia del hardware, sino del ingenio y del trabajo bien hecho, pues últimamente echo más en falta títulos que desprendan buenas ideas bien implementadas antes que fuerza bruta.
Por último decir que es una lástima que este año, tan fructífero para la industria y para los jugadores, otros grandes se hayan quedado sin premio, en otras circunstancias juegos como Horizon Zero Dawn se hubieran llevado la palma, pero cada año tiene una competencia y una calidad distinta, del mismo modo que grandes películas se han quedado sin estatuílla (que hubieran tenido otro año bajo otros contextos) lo mismo ocurre con el ocio electrónico. Tardaremos en volver a tener otro año tan bueno, pero aún así, seguro que en breve tendremos otras maravillas dispuestas a fascinarnos.
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