lunes, 28 de agosto de 2017

No a la potencia gratuita

La calidad y la duración de los aparatados tecnológicos han cambiado.  Donde antes había un producto bien acabado y testado ahora nos encontramos dispositivos enclenques con un pulido que llega sólo al mínimo aceptable únicamente por el hecho de ser mucho más potentes.  Parte de la industria ha conseguido inculcar al consumidor que el avance tecnológico tiene que ver exclusivamente con la potencia, consiguiendo así disfrazar los costes efectivos (como podría ser la calidad de componentes o las pruebas de testeo) y obtener mayor beneficio.  Se trata de una jugada maestra pues adquieres un producto de supuesta calidad que en breve necesitarás cambiar o bien porque empieza a fallar o bien porque se ha desgastado, pero no te importará ya que podrás comprar otro más potente.  



Actualmente los negocios marcan las reglas a cumplir, y los avances tanto buenos como los no tan maravillosos giran en torno de esa piedra angular omnipresente: el dinero.  Y no seré yo quién diga que esto esté mal, pero antes las cosas se hacían para durar de verdad mientras que ahora existe ese fantasma llamado obsolescencia programada, a veces vestido de "diseño" de piezas, a veces vestido de actualización de software. 

Pero hablemos en concreto de las consolas de videojuegos (el pc ya lo consideraremos en otra ocasión).  El otro día apareció en el apartamento de mis padres una Gameboy que daba por perdida y que llevaba oculta más de 15 años, el sentimiento de alegría que obtuve al verla fue algo maravilloso, pero el hecho de que todavía funcionase fue abrumador.  De igual forma, la NES con la que todavía juego (y con más de 25 años a sus espaldas) sigue funcionando a la perfección mientras que otros productos como la PSP empiezan a cobrarse la factura del transcurso del tiempo.  Eso no significa que la PSP sea mala, es una consola maravillosa y muy bien diseñada pero el acabado de hace 10 años no es el mismo que el de hace 20 y lamentablemente el actual tampoco llega al de hace una década.


Los avances tecnológicos nos han dado gratas sorpresas y decepciones.  No existe consola nueva que no venga con su sistema operativo, sus actualizaciones y su firmware adaptado.  La gran mayoría vienen con opciones de red, tienda online, posibilidad de parchear un juego para ampliar posibilidades o limar las asperezas de un testeo y/o tiempo de desarrollo insuficiente.  Pero ante todo vienen con más ahorros de costes y un poco de potencia extra, esta última premisa necesaria para cubrir las deficiencias de calidad de software evitando la decaída de rendimiento. 


Si nos fijamos en un Assassins Creed de hace tres años, veremos que el producto tuvo muchísimos fallos y partes inacabadas que requirieron de numerosos (y gigantes) parches que supieron ocultar (parcialmente) el nefasto trabajo de la desarrolladora.  Del mismo modo existen otras casas como Naughty Dog única en su especie, capaz de meterse en las entrañas de los componentes hardware, entenderlos y programar a más bajo nivel para conseguir obtener un rendimiento aparentemente sobrenatural.  La diferencia entre estos dos ejemplos son la implicación y el tiempo que estén dispuestos a emplear (y cuando decimos tiempo indirectamente hablamos de dinero). En esta nueva era de la industria, es mucho más rápido sacar hardware más potente que cubra las deficiencias de un Assassins Creed que el tiempo necesario para entender los dispositivos profundamente para sacarles el máximo jugo.


Debido a esto, muchas casas optan por cambiar las reglas generacionales de las consolas.  Sacamos consolas todos los años (o cada dos) y así los juegos nuevos que vayan apareciendo serán más sorprendentes, del mismo modo que más fáciles de programar y todos contentos.  Esta burbuja que todavía sigue inflándose, terminará reventando a medio plazo, cuando la mayoría de los juegos supuestamente "Triple A" no lleguen a los cánones de calidad esperada por el consumidor que dejará de estar dispuesto a adquirir nuevo hardware a precios prohibitivos.  Algunos de los grandes en la industria llevan mucho tiempo no por casualidad y no destacan precisamente por su potencia sino por su innovación.  El público, a veces perfectamente adiestrado porque que cree que la potencia es lo más importante, va aprendiendo poco a poco que la tendencia debe cambiar.  Las nuevas técnicas de juego como la realidad virtual o la posibilidades híbridas de productos como Nintendo Switch van abriendo paso a un negocio más justo con el consumidor. No se trata de un que se vea mejor, sino de que sea todavía más divertido.  ¿De qué sirve un juego de nueva tecnología si luego los controles no funcionan correctamente?  Las consolas actuales tienen suficiente potencia para recrear cualquier juego de cualquier dinámica, únicamente hace falta aprovechar al máximo lo que tenemos y darle vueltas al coco para publicar un título único e innovador.  Pues no se necesitan juegos con más espectacularidad, sino juegos más espectaculares y para ello es necesario compromiso en todas las partes del sector, para que los juegos tengan un acabado que se merecen y que todo continúe siendo igual de divertido, pues algún día la potencia no podrá cubrir la pereza del software y es mejor empezar desde ahora, no hay que olvidar que mucha veces, los mejores juegos son aquellos que menos actualizaciones reciben.  ¿En serio creéis que el último CoD será más divertido que un Splatton?


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