domingo, 11 de marzo de 2018

El lujoso mundo de la máquina de los millones

Con este título de post, muchos podríais estar pensando en ocio electrónico exclusivo, piezas de valor incalculable o cosas difíciles de encontrar.  Y he de reconocer que si, estando en el 2018, algo de eso tiene el tema de hoy, pero quizá con una perspectiva algo distinta.  Esta es una entrada especial dedicada a las máquinas de pinball,  esos gigantes armatostes que fueron, consideradas en gran parte, las primeras recreativas y que estuvieron presentes en los salones y bares del mundo desde los 70 hasta finales del siglo pasado.



En este último lustro lo "retro" se ha puesto muy de moda, y aunque algunos no quieran reconocerlo, uno de los factores más importantes, además de la nostalgia, es la emulación.  Muchos de los grandes amantes del género arcade, están superando (o llegando) a la crisis de los 40, y para vencerla en vez de adquirir una moto o un coche nuevo, compran una recreativa.  También existe otro tipo de compradores, coleccionistas y amantes del ocio electrónico, que nadie se ofenda, pero el target más común suele ser ese.  Dejando de lado el tema de la legalidad y las licencias de los juegos (tema que intentaré hablar en otros post), se ha de reconocer que desde hace poco han aparecido muchas empresas dedicas a la fabricación de dichos artefactos y de hecho, los grandes fabricantes de antaño de mandos y botones, como Industrias Lorenzo, vuelven a producirlos obteniendo una cantidad de clientes nuevos que no tenían de hace 20 años.



Los más puristas querrán su nueva recreativa con monitor CRT y con los títulos en placa jamma, pues más que emulación, estaríamos hablando de auténtica arcade, pero con pocos juegos, razón por la que muchos prefieren conformarse con un buen Hypersin o cualquier otro lanzador que emula todos los juegos mediante un pc interno o una raspberry pi y que suelen venir acompañadas con monitor TFT.  Hay mercado, los precios de estos aparatos van en aumento y aunque no son baratas puedes tener una completa que suele rondar los 1000€ de media.  Ojo, estamos hablando de máquina con pie completo,  nada de mandos que se conectan a la tele o bartops por la mitad, y tampoco nos metamos si TFT o CRT o 4:3 16:9, pues existen muchas combinaciones,  y según nuestros gustos o grado de nostalgia, escogeremos entre todo el portfolio de opciones.  Quizá la más retro y real sea jamma con CRT, pero si queremos todos los juegos optaremos por algo emulado. Además hay que tener en cuenta los controles, el tipo y la calidad de los mismos.  



Lo que quiero decir con todo es que tanto en jamma como con emulación, la experiencia obtenida con un precio módico es bastante similar a la recreativa original.  Los más expertos se dan cuenta que cambia algo según la tecnología, pero a pesar de ello "aceptamos barco", pues querer tener todas las recreativas en su cabinet original juego por juego sería algo imposible, realmente lujoso y que necesitaría mucho espacio, algo que se puede suplir perfectamente con una de estas máquinas.



Pero con las máquinas de los millones, tal como se llamaba a los pinball en sus tiempos de oro, esto no vale.   Para empezar quiero dejar claro que los pinball son videojuegos, aunque algunos no quieran catalogarlos como tal, lo son y muy buenos, quizá tengan más mecánica que electrónica (lo que realmente los hace especiales y el motivo por los que salieron antes al mercado), pero son entretenimiento puro, tanto electrónico como mecánico y ha medida que avanzaron los años se perfeccionaron a niveles extraordinarios.  

Seamos sinceros, los pinball por mucho que algunos se empeñen, no se pueden emular.  Que si, que existen emuladores para las arcades actuales, grandes juegos en consolas, incluso algunos desarrollados por los propios fabricantes de pinballs reales, pero si un pinball no es real no es un pinball.  Incluso existen máquinas con forma de pinball, que la mesa es una pantalla a todo color y da la sensación de estar con un pinball, ayer incluso estuve delante de una de ellas y que os muestro en la siguiente foto, pero eso no es jugar a los "petacos" de verdad.  



La emulación da muchas opciones, múltiples mesas, incluso con aparatos del estilo de la foto anterior, pero la gracia esta en la bola real, en los elementos auténticos y en la mecánica que lo envuelve todo con un paquete de magia, nostalgia y brillantez.   Si la recreativa en tu casa puede suplir muchas cosas con un grado de satisfacción aproximado al real, los juegos con volante, pistola o mandos específicos se quedan a medio gas y destrozan la perfección del producto, algo lógico y que en muchos casos si estamos dispuestos a asumir, pero en los pinball es prácticamente el 100% de la experiencia y por eso la validez de los productos pinball de emulación es 0 en la mayoría de los casos.



Así pues, con un escenario donde emular no sirve para los auténticos amantes del género, no queda otra que transformarlo en un producto de lujo, donde es muy difícil entrar y todavía mucho más mantenerse.  Esto significa que, quien quiera un pinball de verdad tendrá que gastarse mucho dinero y tener en ocasiones muy buenos contactos porque no sólo cuenta la pasta, también el mantenimiento y las piezas.

Supongamos que queremos entrar en el mundillo y aficionarnos a los pinballs de verdad.  La opción más económica es encontrar un salón o bar donde todavía queden y os digo que aunque sea difícil todavía hay,  pero lamentablemente en la mayoría de los casos la mesa no funcionará a la perfección, pues fallos de petacos, de algún bumper, o de pantalla son los casos más habituales, aunque alguna que otra he logrado encontrar en perfectas condiciones.



Cada vez es más difícil localizar sitios donde poder jugarlas, por lo que dentro de nada la única opción verdadera es tenerlas en propiedad y aquí señores empieza el lujo y las dificultades.  Lo primero es tener espacio, pues no son pequeñas y como aquí la emulación no vale, tener varias todavía complica más la disponibilidad de metros cuadrados, así pues el primer hándicap que encontramos es el sitio (y que esos metros cuadrados puedan mantener el peso de los mastodontes)



Después está en conseguirlas, siendo la opción (a priori más cara pero quizá la más sensata) comprarla nueva, porque sí, todavía hay un fabricante de los de antes que sigue al pie del cañón, y sí, existen distribuidores en España que te la pueden traer a casa.  Estamos hablando del fabricante Stern, aquel con obtuvo un gran éxito con la mesa de los Simpson (y muchas más).  Actualmente tiene unos cuantos modelos en producción, como el de Juego de Tronos, posiblemente  la joya de la corona del momento y en 3 versiones que van desde los 9000€ hasta los más de 12000€ de la edición limitada y numerada.  Como podéis, ver los precios nada tienen que ver con la arcade tradicional y aunque son elevados os evitáis de primera las reparaciones, conseguís garantía y las piezas están a tu alcance.



Y luego está la opción que a priori puede salir más barata, pero a pesar de ello, según lo que estés buscando, probablemente acabe resultando más cara que una máquina nueva: La segunda mano.  Porque no es lo mismo buscar una máquina de principios de los 80 con contador electrónico, que una todavía más vieja con contador mecánico, que otra de la edad de oro con pantalla monocromática (Nunca he visto un pinball real con pantalla a color y de hecho los nuevos de Stern siguen con la tecnología retro monocromática, algo muy de agradecer).  Y también la variable de la mesa, pues éstas tienen un número de tirada reducida y según su popularidad el precio puede elevarse y mucho.  Es más, existen ranking de mesas, siendo las que están en primeras posiciones mucho más cotizadas.



Hay muchos fabricantes, pero sin ser un especialista del género os puedo garantizar que hay 4 fabricantes que se disputaron la corona:  Williams, Bally, Data East y Stern.  Excepto la última, que todavía sigue operando el resto han dejado de funcionar, siendo Williams la última en bajarse del carro en el diseño y fabricación de estas maravillosas piezas en 1999.  Mucho antes ya se hacían "petacos" de los que desconozco los fabricantes, siendo todos ellos más simples, con marcadores electrónicos y con mesas mucho más sencillas y con temáticas menos elaboradas.

Al haber mucho menos máquinas, tanto en salones como en bares, es muy difícil poder haber jugado a muchas mesas distintas, pero reconozco que tengo mucha predilección por las de Williams.  Cada una de las máquinas puntuaban de manera muy distinta y aunque todas eran de millones algunas multiplicaban su puntuación más que otras.  Conseguir más de 300 millones de puntos en una máquina de Stern como los Simpson era muy complicado, mientras que con una partida igual o mejor en una mesa de Williams como la de Indiana Jones obtendrías unos 1000 millones de puntos.  Mientras que aquí la marca menos conocida probablemente sea Bally, ésta tiene una de las mesas que más se ha considerado la mejor de todos los tiempos:  Twilight Zone.  También es verdad que todo va a gustos, pues mis preferidas siempre han sido la de Indiana Jones y la increíble mesa tematizada de Guns and Roses de Data East.



Sin querer irme mucho más por las ramas podría deciros que una máquina de pinball electrónica simple de segunda mano y en funcionamiento está entre los 1000€ y los 1500€, pero encontrar alguna de las primeras con pantalla monocromática como las de Star Wars o Terminator 2 pueden alcanzar los 5000€ y si nos subimos al carro de mesas como la de Indiana Jones, Twilight Zone, Guns and Roses o las rapidísimas de Terminator 3, Demolition Man o El Señor de los Anillos nos estamos yendo a los 6000€ o 7000€ más transporte dependiendo de su estado.




Visto el percal, tener una pieza clásica de los salones de los 90 en perfecto estado suele salir a la larga más cara que adquirir una nueva por 9000€, a menos que se quiera una mesa en concreto por los motivos que sean.  Porque seamos sinceros, esto no es un videojuego cualquiera, las gomas se deterioran, los contactos no son para siempre, los bumpers tendrán desgaste, las bombillas, los altavoces, los sensores en las patas para detectar las faltas, la pantalla monocromática, los lanzadores, los tiradores, las pastillas, los propios petacos, la circuitería, los conductos, los cristales, las bolas, los vinilos, y las piezas propias de cada mesa no son para siempre y adquirir una mesa antigua conlleva un desgaste de todas las piezas y éstas originales no se fabrican ya, hay que encontrar otras mesas pendientes a restaurar con las piezas operativas, tener una Stern con piezas en fabricación o buenos contactos para que los precios no se queden en cotas desorbitadas.  En el momento que las piezas no sean originales la máquina pierde valor, si se rompe en un momento dado toda la inversión se puede perder y tener una única mesa puede resultar a la larga aburrido.  Por último el número de componentes mecánicos pudiendo llegar incluso a más de 1000 por mesa en los modelos más avanzados.



Como podéis ver es un mundo muy elitista, de lujo y situado en una liga en la que por mucho que me guste no puedo participar.  La de las máquinas recreativas emuladas puedo alcanzarla, pero esta sí que se escapa de las manos y por mucho.  No obstante, admiro, envidio (sanamente) y me alegro que exista gente dispuesta a no dejar que este mundo caiga en el olvido.  Así que disfrutaré de los pocos pinballs que encuentre por ahí, los recordaré muchas veces mediante software emulado (por mucho que no sea lo mismo) y espero que algún día tenga un amigo con mucho dinero que me invite a su casa para disfrutar de esas máquinas que cada vez cuestan más de encontrar.



domingo, 4 de marzo de 2018

La indecencia del parche "Día 0"

El desarrollo de software, y más en particular el del mundo del ocio electrónico, ha ido variando a lo largo del tiempo.  Los proyectos de títulos actuales nada tienen que ver con los de hace 30 años, y esos nada con los de hace 40.  La tecnología ha ido avanzando, el hardware ha ido evolucionando con productos más potentes, especializados y eficientes. Gracias a ello se ha permitido que el software pueda llegar a cotas inimaginables, con nuevas técnicas, nuevos motores y avances que simplifican la vida de todo aquel que decida crear juegos.  Pero no os penséis que hemos tocado techo, lo que hoy en día se considera puntero quedará obsoleto en un suspiro porque seguro que dentro de 20 años las cosas habrán vuelto a cambiar radicalmente.



Cuando Atari 2600 reinaba, muchos de los juegos eran creados por una única persona que tardaba entre 7 y 45 días para terminar su desarrollo.  Cuando gobernaba NES, muchos de los títulos de aquella época se proyectaban gracias un grupo reducido de entre 5 y 20 personas durante unos 4-6 meses, pero ahora en pleno 2018 las reglas del juego han cambiado considerablemente, pudiendo llegar, para el "melocotonazo" del año, a necesitar un elenco humano de más de 400 desarrolladores, 5 años y presupuestos que podrían estar en torno a los 250 millones de €.



Se necesita realizar un estudio exhaustivo para llegar a comprender todo este cambio, desde variables tecnológicas, pasando por laborales, económicas y sociales, pero no hace falta ser un hacha para darse cuenta de la tendencia actual con los datos de la premisa del párrafo anterior.  A lo largo de los años, los grupos de gente implicada en un proyecto ha ido en aumento, del mismo modo que los presupuestos y el tiempo de creación.  Evidentemente estas tendencias van a parar en algún momento, pues a pesar de que el número de implicados pueda crecer un poco más, tampoco puede subirse a números desproporcionados.  Del mismo modo, aunque seguro que en un futuro existirán desarrollos más largos, la tendencia debería centrarse en intentar que éstos no excedan los 3 años, y en cuanto a los presupuestos que estamos manejando dependerá mucho del mercado y de los usuarios potenciales.  Es verdad que todo crecimiento se debe, en mayor o menor medida al aumento de usuarios y clientes potenciales, pues el ocio electrónico está en auge y aunque sumar nuevos clientes puede ser a día de hoy complicado, todavía se puede estirar un poco más el chicle.



Con todo este escenario, es muy fácil pensar que todo va de maravilla, que cada vez producimos cosas con mayor excelencia y que la burbuja que estamos inflando no tiene pinta de pincharse.  Es increíble lo ilusos que podemos llegar a ser, pues desde hace mucho ya existe esa aguja que podría pinchar este maravilloso mundo y qué únicamente espera el momento para asociarse con las prisas y la competencia empresarial.  Esa aguja en realidad es un arma de doble filo, concede muchísimas bondades en nuestras vidas y en el avance de la tecnología, pero si no se usa correctamente puede volverse en nuestra contra. Si todavía no sabéis quién es os diré que su nombre es internet.

Hace sólo un par de generaciones que los servicios online avanzados en las consolas/ordenadores están en nuestro día a día. La verdad es que nos ayudan en muchas cosas, nos facilitan nuestras labores y permiten que la mayoría de los desastres software tenga un arreglo con algo tan simple como una actualización.  Tener una red en caso de fallo es maravilloso, si se comete un error se puede arreglar y si algo no es de nuestro agrado se puede cambiar.  Oído así es la solución a todos los males y sin embargo, utilizándolo de una manera menos ética y con fines recaudatorios puede ser un cáncer que ahora es muy complicado erradicar. 



Cuando se hacía un juego de NES tenía que estar perfecto, no podía fallar y aunque a veces salían con algún glich éste no impedía estropear la experiencia del juego.  Evidentemente existen casos excepcionales como E.T de Atari 2600 o títulos como "The Adventures of Rad Gravity" para NES que tenía demasiado por pulir aunque se podía terminar el juego sin problemas.  Lo mismo ocurría con juegos de Super Nintendo, PlayStation, DreamCast, etc.  A pesar de ello ya existían parches, sobretodo para juegos de PC o en la reedición de cartuchos de consolas, como por ejemplo el cambio del color de la sangre en "The Legend of Zelda: Ocarine of Time" de Nintendo 64.



Ahora todo es mucho más fácil, si hay errores o se quiere ampliar funcionalidades se pone un parche, se publica en internet y se actualiza el software.  El problema viene cuando por fecha, por competencia, por querer ganar más dinero o cualquiera otra razón de la misma índole el juego no termina de estar bien acabado.   Se ha de reconocer que los desarrollos actuales son mucho más complejos y tienen un montón de variables nuevas que antes no existían, pero eso no es excusa para que algo por lo que, normalmente, la gente suele pagar grandes cantidades de dinero, no esté a la altura que se espera, no porque el título defraude en sí, sino porque no está en condiciones de salir al mercado.  Ahora lo importante es que salga y si no va bien porque no se ha puesto el esmero necesario no importa, lo arreglamos luego con un parche y ya está.   Últimamente esta de moda el parche "Día 0" y es muy complicado encontrar juegos que a lo largo de su ciclo de vida no hayan tenido alguno, sobretodo el día del estreno.  Teniendo esto presente llego a conclusiones no muy buenas, pues los juegos no llegan al mercado superando los stándares de calidad que merecemos los usuarios y esto a la larga va a conseguir que la burbuja explote, porque es más importante ganar dinero con el humo de un producto que por su buena realización, cuando en realidad algo debería de ser económicamente rentable en medida de su perfección global.   Todos podemos cometer errores, pero no debemos alimentarlos simplemente por saber que se pueden arreglar después.  Casos como el de Assansins Creed son una realidad cada vez más presente aunque podemos encontrar títulos como "The Legend of Zelda: Wind Waker HD" para Wii U que nunca necesitó ninguno.  ¿De verdad no os fastidia tener que descargar un parche de 20Gb cuando ponéis el juego que acabáis de comprar en tienda?  



Y luego está el tema de los DLCs y del formato digital, algo que podría venir muy bien y que únicamente ha servidor para llenar los bolsillos de unos pocos, pero de esto ya hablaremos en otro momento.  ¿Y vosotros? ¿Qué pensáis al respecto?


La edad de oro de los 8 bits

Voy a ser sincero desde el principio: todos los que me conocen saben que mi consola favorita es sin lugar a duda NES.  Quizá los más neófit...